El paraguas que los cobija
Para nadie es un secreto que los socialistas castro-chavistas tienen en el libro del debe y haber, similar indigna imagen por su modus operandi. Lo que más los caracteriza en este común denominador, es el modo cómo han comprado la idea, que nada, absolutamente nada puede ni debe empañar su imagen. Es así que el encubrimiento de muchas conductas criminales como son el narcotráfico o el abuso de la justicia como método para avasallar los derechos de los otros, se convierten en su más infame herramienta de manejo del poder.
Las veleidades prorroguistas, obedece a las instrucciones que Fidel Castro ha impreso para ellos, como una especie de manual de conducta, que deben observar y sobre todo hacer observar, a quienes se pretende someter si pretenden permanecer por al menos medio siglo. Los elementos morbosos son parte de la realidad y de lo cotidiano.
Pretender interpretar la Constitución a la que manipulan grotescamente con el fin de lograr sus objetivos, hace que en esta especie de sociedad secreta, oculta y totalitaria, no se pueda marcar los límites dejando a la ciudadanía desasosegada y con sensación de indefensión. El ciudadano de a pie, que se niega a no ser subyugado por los encantadores de serpientes de discurso demagógico y mentiroso, ha empezado -en el caso específico de Bolivia-, a dar nacimiento a una indignación disimulada por el modo que se suman hechos y conductas que desafían no solo a su sentido común y su percepción inteligente, sino lo que es más grave, es la corazonada que un grave peligro se cierne sobre el horizonte.
La gran desventaja que tiene el gobierno de Evo Morales, es el acceso ilimitado que la gente tiene a la información y observa atentamente los acontecimientos que se van desenvolviendo en Venezuela por ejemplo. La oposición venezolana que durante tres meses se mantuvo en las calles en protesta por las condiciones de vida a los que los ha arrastrado Nicolás Maduro, quien ha asesinado a un centenar de personas jóvenes estudiantes en su mayoría, no pasa desapercibido. Los bolivianos han comenzado a darse cuenta, que esa inquietud indescriptible allá en el fondo de su subconsciente, tiene mucho que ver con el molde impuesto. Y no le está gustando lo que ve. Percibe que Venezuela puede estar ahí, a la vuelta de la esquina.
La inquina que utilizan en su lucha por la perpetuación en el poder, pretende como en todo, desunir a la oposición en el entendido que oposición es todo aquel que no solo milite o simpatice con una tienda política, sino, simplemente, son aquellos que antagonizan con su modo de administrar el Estado. Siempre está presente el temor de salir de una cierta zona de confort, que por muy precaria que sea, les significa un refugio ante lo desconocido en cuyas tinieblas los peligros acechan.
La Argentina que logró zafar de las garras que amenazaba con caerle encima por los desmanes del clan Kirchner, mantuvo una ventaja. Imposible les ha resultado demoler hasta los cimientos, cierta institucionalidad. Sin embargo, el país capaz de producir alimentos para media humanidad, está bregando por sacar la cabeza del hondo pozo ciego donde la corrupción lo enterró. En Brasil, ha sido su poder judicial, que finalmente ha logrado mantener el rompecabezas medianamente entero, pese a la descomunal corrupción propiciada por Lula y Dilma. En ambos casos, sus Fuerzas Armadas, con sus luces y sus sombras, son mucho más que un club funcional al poder y a quienes les ha resultado imposible prostituir en su conjunto.
El discurso masista en relación a la igualdad, es casi una bufonada sobre todo en lo referente al acceso a la justicia. Aquello de que todos son iguales ante la ley son cantos de sirena. Nos demuestran a diario que según sus anti-principios, hay algunos más desiguales que otros. Se suman por cientos, los privados de libertad -sin llegar siquiera a juicio- por robos de menor cuantía como se les conoce. Una garrafa, un par de miligramos de marihuana o pequeñas apropiaciones indebidas. Pero cuando nos enteramos que peces gordos, que si están bajo la sombrilla protectora de su esquema son liberados sin rodeos, entendemos lo que significa que a uno le hierva la sangre. Y no podemos ni debemos olvidar, a ese puñado de ciudadanos que hace ocho años que están presos, por una conspiración de mentiras que nadie duda ha sido minuciosamente orquestada para acallar, a tiempo de mandar un mensaje muy claro: o están conmigo o están contra mí.
Sin instituciones que no dependan del favor político, no hay ninguna posibilidad de ser algo más que un territorio caníbal y un estado policíaco. La fortaleza de las instituciones, son la única garantía de un sistema democrático verdadero. Y de eso carecemos de modo terminal. Están en marcha las presiones que bajo la dirección de Evo Morales en su calidad -no de Presidente-, sino de mandamás de miles de productores de coca al misérrimo Tribunal Constitucional, es la próxima bofetada que nos propinará. Y esa, ya es la segunda mejilla.
Las veleidades prorroguistas, obedece a las instrucciones que Fidel Castro ha impreso para ellos, como una especie de manual de conducta, que deben observar y sobre todo hacer observar, a quienes se pretende someter si pretenden permanecer por al menos medio siglo. Los elementos morbosos son parte de la realidad y de lo cotidiano.
Pretender interpretar la Constitución a la que manipulan grotescamente con el fin de lograr sus objetivos, hace que en esta especie de sociedad secreta, oculta y totalitaria, no se pueda marcar los límites dejando a la ciudadanía desasosegada y con sensación de indefensión. El ciudadano de a pie, que se niega a no ser subyugado por los encantadores de serpientes de discurso demagógico y mentiroso, ha empezado -en el caso específico de Bolivia-, a dar nacimiento a una indignación disimulada por el modo que se suman hechos y conductas que desafían no solo a su sentido común y su percepción inteligente, sino lo que es más grave, es la corazonada que un grave peligro se cierne sobre el horizonte.
La gran desventaja que tiene el gobierno de Evo Morales, es el acceso ilimitado que la gente tiene a la información y observa atentamente los acontecimientos que se van desenvolviendo en Venezuela por ejemplo. La oposición venezolana que durante tres meses se mantuvo en las calles en protesta por las condiciones de vida a los que los ha arrastrado Nicolás Maduro, quien ha asesinado a un centenar de personas jóvenes estudiantes en su mayoría, no pasa desapercibido. Los bolivianos han comenzado a darse cuenta, que esa inquietud indescriptible allá en el fondo de su subconsciente, tiene mucho que ver con el molde impuesto. Y no le está gustando lo que ve. Percibe que Venezuela puede estar ahí, a la vuelta de la esquina.
La inquina que utilizan en su lucha por la perpetuación en el poder, pretende como en todo, desunir a la oposición en el entendido que oposición es todo aquel que no solo milite o simpatice con una tienda política, sino, simplemente, son aquellos que antagonizan con su modo de administrar el Estado. Siempre está presente el temor de salir de una cierta zona de confort, que por muy precaria que sea, les significa un refugio ante lo desconocido en cuyas tinieblas los peligros acechan.
La Argentina que logró zafar de las garras que amenazaba con caerle encima por los desmanes del clan Kirchner, mantuvo una ventaja. Imposible les ha resultado demoler hasta los cimientos, cierta institucionalidad. Sin embargo, el país capaz de producir alimentos para media humanidad, está bregando por sacar la cabeza del hondo pozo ciego donde la corrupción lo enterró. En Brasil, ha sido su poder judicial, que finalmente ha logrado mantener el rompecabezas medianamente entero, pese a la descomunal corrupción propiciada por Lula y Dilma. En ambos casos, sus Fuerzas Armadas, con sus luces y sus sombras, son mucho más que un club funcional al poder y a quienes les ha resultado imposible prostituir en su conjunto.
El discurso masista en relación a la igualdad, es casi una bufonada sobre todo en lo referente al acceso a la justicia. Aquello de que todos son iguales ante la ley son cantos de sirena. Nos demuestran a diario que según sus anti-principios, hay algunos más desiguales que otros. Se suman por cientos, los privados de libertad -sin llegar siquiera a juicio- por robos de menor cuantía como se les conoce. Una garrafa, un par de miligramos de marihuana o pequeñas apropiaciones indebidas. Pero cuando nos enteramos que peces gordos, que si están bajo la sombrilla protectora de su esquema son liberados sin rodeos, entendemos lo que significa que a uno le hierva la sangre. Y no podemos ni debemos olvidar, a ese puñado de ciudadanos que hace ocho años que están presos, por una conspiración de mentiras que nadie duda ha sido minuciosamente orquestada para acallar, a tiempo de mandar un mensaje muy claro: o están conmigo o están contra mí.
Sin instituciones que no dependan del favor político, no hay ninguna posibilidad de ser algo más que un territorio caníbal y un estado policíaco. La fortaleza de las instituciones, son la única garantía de un sistema democrático verdadero. Y de eso carecemos de modo terminal. Están en marcha las presiones que bajo la dirección de Evo Morales en su calidad -no de Presidente-, sino de mandamás de miles de productores de coca al misérrimo Tribunal Constitucional, es la próxima bofetada que nos propinará. Y esa, ya es la segunda mejilla.
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