El Palacio de Itamaraty, sede de la Cancillería brasileña siempre se ha caracterizado por sus mensajes sutiles, como corresponde a una de las mejores diplomacias del mundo. Los conocedores saben que dichos mensajes vienen cargados de potenciales implicancias negativas, las que tienen que ser debidamente evaluadas e interpretadas.
En el marco de la amplia gama de asuntos bilaterales con nuestro gigantesco vecino se presenta hoy un par de puntos urticantes: el asilo del senador Roger Pinto y el arresto de unos hinchas del Corinthians por la muerte de un espectador al arrojar desaprensivamente bengalas durante un partido jugado en nuestro país. En este último caso, no se trata de evadir potenciales penalidades ni de dejarlos ir libremente, pero sí de auscultar la posibilidad de arreglos legales que puedan indemnizar a los familiares de la víctima y entregarlos a la justicia del Brasil, previo compromiso de juzgamiento y condena en ese país. El retenerlos –con la mala fama internacional que arrastra la justicia boliviana- provoca a esos hinchas presos una suerte de gratuito martirologio que en la opinión pública brasileña está generando mucho más fuerza que la del justo castigo por su repudiable acción. Resulta imperativo encontrar un punto de equilibrio que zanje la cuestión sin llegar a mayores.
Algo similar ocurre con el caso del parlamentario opositor asilado desde hace largos meses en la embajada del Brasil en La Paz. El Gobierno sigue sin otorgar el salvoconducto que permita a Pinto salir de territorio boliviano.
No podemos especular acerca del reciente llamado del embajador brasileño para que retorne a su nación de origen. No sabemos si está terminando su misión, si fue convocado a Brasilia para consultas o finalmente se trata de un gesto de desagrado por la tardanza en solucionar los dos puntos acá brevemente reseñados. No sabemos con certeza la situación real, pero el sentido común nos señala la urgencia de procurar entendimientos. Estos dos problemas menores pueden afectar temas mucho más relevantes a tratarse entre Brasil y Bolivia.
Confiemos en que las cosas se encaminen por carriles adecuados. No vale la pena generar antipatías externas en torno a puntos de conflicto fácilmente solucionables. El primero mediante acuerdo judicial con la contraparte brasileña y el segundo dando curso a lo dispuesto en los acuerdos sobre asilo de los que Bolivia es parte. Que no se embrolle lo grande por sobredimensionar lo menudo. (Texto de El Deber. titulación del editor)
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