Los últimos ocho años nos han enseñado que el MAS nunca se expresa en sentido figurado y cuando habla de “enterrar”, lo más probable es que esté refiriéndose a una alternativa más o menos parecida a la que aplicó en Pando en el año 2008, donde el régimen cumplió su promesa de mandar a Leopoldo Fernández a “convivir con los gusanos” luego de que el exprefecto saliera victorioso en el referéndum revocatorio de agosto de ese año.
En teoría, el oficialismo luce imbatible para las elecciones del 2014, al menos eso dicen algunas encuestas que hablan de un repunte aún mayor luego del anuncio del doble aguinaldo. No se explica entonces por qué el Gobierno no solo decidió postergar el pago de ese beneficio, sino que jamás volvió a mencionarlo en las tarimas. Es más, nadie entiende por qué se apela a un discurso tan belicista en plena Navidad y se anuncia el “entierro de la derecha”, siendo que el MAS tiene una victoria asegurada para el 2014, con el 70 por ciento, según palabras del presidente Morales.
Ya lo habíamos advertido en este mismo espacio. Existe una tendencia marcada a retornar a los mismos escenarios de confrontación del 2008 y obviamente, las amenazas recientemente lanzadas van en ese sentido y con los mismos objetivos de aquel entonces, arrasar y copar el poder a cualquier costo, azuzando de esta manera a ciertos movimientos sociales a “no permitir el avance de la derecha”, instigación que hace cinco años derivó en hechos como Porvenir, el cerco a Santa Cruz y otros hechos lamentables.
Es verdad que estas estrategias le han permitido al oficialismo ejercer el poder sin control y gozar de amplias facilidades para aplicar sus reformas; sin embargo, ha quedado claro que desde el punto de vista del apoyo popular, el resultado ha sido radicalmente distinto.
Recordemos que del 2005 al 2009, el MAS obtuvo una y hasta dos victorias por año en las urnas, pero desde que produjo la aprobación de la nueva constitución y la posterior reelección presidencial, solo ha experimentado una derrota tras otra y eso se debe a que la población no acepta el modelo autocrático que busca perpetuarse en el poder.
No es la primera vez que el Gobierno hace amenazas públicas de este talante. “No vamos a dejar que levanten cabeza”, les dijo a los líderes de Santa Cruz; “Vamos construir la carretera del Tipnis aunque se opongan” y así como estas arremetidas han fracasado, se frustró también la reforma judicial basada en las elecciones de magistrados y el copamiento del poder en el Beni, en Sucre y otros distritos, donde ha quedado demostrado que los bolivianos tienen una vocación democrática con la que el Gobierno debería sintonizar.
Pero en esta tarea de recuperar la democracia y rehabilitar las garantías constitucionales, no solo la administración gubernamental tiene mucho que ver, sino también las fuerzas opositoras, que hoy en día están brindando un espectáculo reprochable a través del divisionismo y la confrontación inútil que tienden a dispersar las opciones y contribuir de esa manera a la consolidación de la alternativa autoritaria.
En teoría, el oficialismo luce imbatible para las elecciones del 2014, al menos eso dicen algunas encuestas que hablan de un repunte aún mayor luego del anuncio del doble aguinaldo. No se explica entonces por qué el Gobierno no solo decidió postergar el pago de ese beneficio, sino que jamás volvió a mencionarlo en las tarimas. Es más, nadie entiende por qué se apela a un discurso tan belicista en plena Navidad y se anuncia el “entierro de la derecha”, siendo que el MAS tiene una victoria asegurada para el 2014, con el 70 por ciento, según palabras del presidente Morales.
Ya lo habíamos advertido en este mismo espacio. Existe una tendencia marcada a retornar a los mismos escenarios de confrontación del 2008 y obviamente, las amenazas recientemente lanzadas van en ese sentido y con los mismos objetivos de aquel entonces, arrasar y copar el poder a cualquier costo, azuzando de esta manera a ciertos movimientos sociales a “no permitir el avance de la derecha”, instigación que hace cinco años derivó en hechos como Porvenir, el cerco a Santa Cruz y otros hechos lamentables.
Es verdad que estas estrategias le han permitido al oficialismo ejercer el poder sin control y gozar de amplias facilidades para aplicar sus reformas; sin embargo, ha quedado claro que desde el punto de vista del apoyo popular, el resultado ha sido radicalmente distinto.
Recordemos que del 2005 al 2009, el MAS obtuvo una y hasta dos victorias por año en las urnas, pero desde que produjo la aprobación de la nueva constitución y la posterior reelección presidencial, solo ha experimentado una derrota tras otra y eso se debe a que la población no acepta el modelo autocrático que busca perpetuarse en el poder.
No es la primera vez que el Gobierno hace amenazas públicas de este talante. “No vamos a dejar que levanten cabeza”, les dijo a los líderes de Santa Cruz; “Vamos construir la carretera del Tipnis aunque se opongan” y así como estas arremetidas han fracasado, se frustró también la reforma judicial basada en las elecciones de magistrados y el copamiento del poder en el Beni, en Sucre y otros distritos, donde ha quedado demostrado que los bolivianos tienen una vocación democrática con la que el Gobierno debería sintonizar.
Pero en esta tarea de recuperar la democracia y rehabilitar las garantías constitucionales, no solo la administración gubernamental tiene mucho que ver, sino también las fuerzas opositoras, que hoy en día están brindando un espectáculo reprochable a través del divisionismo y la confrontación inútil que tienden a dispersar las opciones y contribuir de esa manera a la consolidación de la alternativa autoritaria.
Existe una tendencia marcada a retornar a los mismos escenarios de confrontación del 2008 y obviamente, las amenazas recientemente lanzadas van en ese sentido y con los mismos objetivos de aquel entonces, arrasar y copar el poder a cualquier costo, azuzando de esta manera a ciertos movimientos sociales a “no permitir el avance de la derecha”, instigación que hace cinco años derivó en hechos como Porvenir, el cerco a Santa Cruz y otros hechos lamentables.
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