La muerte de Nelson Mandela ha sido tan significativa como su vida entera. Generaciones que no conocieron su lucha y sus grandes conquistas a favor de la paz han podido recibir en muy pocos días un gran mensaje a favor de la concordia y la hermandad. Justamente una de las grandes hazañas de Madiba se ha producido en sus funerales. Ayer, ante una multitud congregada en el estadio de Johannesburgo para despedir al ex presidente sudafricano, se produjo un episodio insólito sin precedentes, el apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro, líderes de dos naciones enfrentadas hace más de medio siglo y que han representado hasta hoy el mayor abismo de división que se haya presentado en la humanidad.
La mera coincidencia de líderes tan antagónicos en un mismo acto, reunidos en torno a un hombre cuyo valor va más allá de las ideologías y que se ha ganado un sitial de honor en la historia, es como para despertar esperanzas en un mundo en el que “lo normal” es tirar el guante, insultar y descalificar. Castro sonrió cuando Obama se le acercó para saludarlo y dijo que ese fue un gesto de gente civilizada, aludiendo a ambos por supuesto.
El homenaje a Mandela no podía ser excluyente y tenía que representar su legado de unidad. Por eso mismo, Obama y Castro estuvieron en la lista de oradores del acto que duró varias horas y que fue visto por miles de millones de personas en todo el planeta.
¿Fue simplemente un gesto aislado de personas educadas? ¿Es posible generar expectativas en torno a lo ocurrido en Sudáfrica? Naturalmente que sí, si tomamos en cuenta que esas acciones vienen precedidas de sesudos análisis políticos, pues ningún estado de la talla de Estados Unidos o Cuba hace las cosas por impulso o por casualidad. Y no es casualidad después de observar el acercamiento entre Washington y Teherán, por ejemplo, dos países enfrentados por casi 40 años y que últimamente parecen encaminados a solucionar por la vía diplomática un diferendo originado en la supuesta amenaza nuclear iraní. Lo sucedido en Johannesburgo no es fortuito después de analizar la salida que ha tomado la crisis en Siria, donde la comunidad internacional pudo intervenir a tiempo y evitar una nueva incursión armada multinacional que hubiera replicado experiencias tan dolorosas como las de Irak y Afganistán. Y tampoco es para asombrarse con el apretón de manos de Sudáfrica si lo relacionamos con la actitud asumida por la Casa Blanca todos estos años frente a ciertos regímenes de América Latina, que no han dejado de provocar con el objetivo de despertar en “los gringos” su pulsión intervencionista.
Nadie vive ni muere en vano y la historia de todos siempre tiene un propósito. El legado de Mandela ha sido fuente de inspiración para el progreso de la humanidad y es un miope o un cínico el que diga que las cosas no son capaces de mejorar por el bien común. Es una lástima que nadie del Gobierno boliviano hubiera tenido la lucidez para estar presente en los funerales de Mandela y peor todavía cuando se los observa tan desubicados en torno a este gran acontecimiento.
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