Estando cercanas las fiestas de fin de año, no demorará en arribar el contingente de campesinos del norte de Potosí, mujeres y niños en su gran mayoría, ataviados de gruesas ropas con las que estoicamente resisten el sofocante calor de estas llanuras. Su presencia en calles y avenidas de Santa Cruz, ya habitual por estas épocas del año, responde a su necesidad de recaudar cuanto les sea posible de la sensibilidad de sus semejantes. Después de mendigar un par de meses, vuelven con lo obtenido a sus agrestes pagos donde lo que se produce no alcanza para el ‘vivir bien’ que pregona el Gobierno. Dicho contingente engrosará filas con limpiavidrios, cleferos, malabaristas, tragafuegos, mujeres ayoreas junto a sus críos, ancianos y hasta personas con algún impedimento físico, todos ellos en procura de ganarse el sustento diario. Con tal fin tienen virtualmente ‘tomadas’ las intersecciones del segundo anillo de circunvalación de la urbe cruceña, donde en medio del intenso tráfago arriesgan la vida por algunas monedas.
Según el sociólogo Rodrigo Barahona, los acelerados procesos de urbanización como el que experimenta Santa Cruz de la Sierra vienen acompañados de otros fenómenos que antes no eran visibles, como la proliferación de grupos que copan lugares concurridos y estratégicos de la ciudad. La presencia de algunos de ellos se atribuye a causas estructurales, propias del comportamiento de nuestra base económica, como es el caso de los mendigos (marginalidad) y de aquellos que, aparte de estar desvinculados de la sociedad, la enfrentan cuestionando los valores sociales compartidos y el sistema judicial (palomillos). “Viven alejados del resto, pero con sus propios códigos. De este modo, el paisaje urbano se diversifica con estas pequeñas colectividades y la tendencia apunta a que proliferen y adopten diversos rostros, haciendo de las grandes urbes verdaderos ‘laboratorios’ que pondrán a prueba la tolerancia, el orden, el sistema judicial y los equilibrios sociales”. Puntual interpretación desde la óptica de la sociología. Lo que desde una simple visión ciudadana cuesta admitir y demanda cuanto antes la atención de organismos y autoridades competentes, es la presencia de menores de edad y de personas con impedimentos físicos explotados en su condición o en estado de virtual abandono en las vías públicas de la ciudad.
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