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martes, 5 de febrero de 2013

Marcelo Ostria requiere de sólo pocas líneas para describir el secretismo o "método de la mentira" para ocultar verdades o desinformar desde el Gobierno a la ciudadanía dando lugar al chauvinismo, la agresividad como muestra de un populismo pernicioso


El secretismo es una tendencia a actuar ocultamente respecto a asuntos que deberían manifestarse. Es, además, una conducta común de quienes procuran eludir responsabilidades, esconder comportamientos reprobables o buscar ventajas que no se las consiguiera si se conociera la verdad. El secretismo, al fin, es uno de los signos de las autocracias populistas.
Con el secretismo se restringen derechos ciudadanos, especialmente el de estar informados, aunque hay que admitir que hay asuntos cuyo manejo requiere cautela y discreción. Pero es inadmisible que se mantengan ocultos indefinidamente, especialmente cuando de por medio hay hechos contrarios a las libertades democráticas y a la ley.

Por supuesto que el secretismo no solo se practica ocultando la información, sino también deformando hechos. Esta conducta de ocultamiento de la verdad, inexorablemente acaba por descubrirse. Por ejemplo, la evidente alteración de los indicadores económicos en Argentina, entre ellos el de la inflación –una de las más altas en el mundo– llevó al FMI a aprobar una moción de censura, que puede llegar, si se sigue sin corregir esa alteración, a la sanción.
Hay secretos a voces; esto sucede precisamente con la inflación que, cuando se desata, se la percibe todos los días por el constante incremento de los precios de bienes y servicios. Y todos sabemos que en Bolivia los precios al consumidor aumentan continuamente con efectos devastadores, principalmente para los sectores más pobres.

 Esto no se refleja en las estadísticas oficiales. ¿Estaremos sujetos también a una censura? Probablemente. Pero el ocultamiento de la verdad –eso es secretismo– no se limita a los indicadores económicos. Se practica también en otros ámbitos, como sucedió con la existencia de una red de extorsión judicial, integrada por abogados de ministerios, jueces y fiscales. A esta tendencia de ocultar, que es el equivalente a mentir, se agrega la supuesta necesidad de sostener criterios y posiciones agrediendo verbalmente a dirigentes, gobiernos y organismos internacionales –la animosidad contra los connacionales que no militan en el populismo ya es tradicional–, lo que aleja la posibilidad de llegar a entendimientos.

 Poco a poco, esta conducta conduce al aislamiento. Esta actitud pendenciera revela, por otra parte, la falta de argumentos serios, lo que solo hace resurgir chauvinismos anacrónicos.
Está claro: el secretismo y la agresividad, cuando van de la mano, son preocupantes señales del populismo

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