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jueves, 29 de mayo de 2014

Alvaro Puente desde El Deber, nos ofrece una bella composición "El ciego no sabe lo bella que es la luz" en que destaca la urgente tarea de profundizar la educación, frente al ilusionismo engañoso de haber alcanzado linduras en otros campos

Un antiquísimo sabio pasó a la historia de la mano de una frase suya genial. “Solo sé que no sé nada”, había dicho. Como buen sabio, había llegado a descubrir que le quedaba un mundo por conocer. Los que no saben nada, tampoco saben lo que se han perdido. No saben lo que les falta por saber. No tienen idea de los infinitos campos de la ciencia ni del arte, ni de los misterios que los sabios luchan por desentrañar.
Andando por la vida, todos vemos y sufrimos los baches del camino, las piedras en que tropezamos. Solo los que ya han recorrido por buenas carreteras se dan cuenta de si faltan puentes para cruzar los ríos y solo los que conocen las bellezas que hay al final del camino pueden soñar con lo que les queda por alcanzar.
Una encuesta de estos días nos cuenta que nuestra gente cree que el mejor fruto de este Gobierno es la educación. Chile es el país sudamericano con mejor educación y allá se han dado las más duras manifestaciones pidiendo que mejore su sistema educativo. Aquí tenemos la peor educación de todo el continente, pero estamos tontamente felices con lo que tenemos. Como no conocemos otra cosa, convivimos con la mediocridad sin esperar nada mejor. Nos tienen contentos con bobadas. Nos han comprado la sonrisa con espejitos, como los conquistadores compraron a los pueblos de esta nuestra América. Nos tienen conquistados con un bono que apenas sirve para medio par de zapatos, con computadoras que nuestros chicos no saben manejar, con nuevos y bellos locales escolares que no alcanzan para todos.
En el aula atrofian y acomplejan a nuestros niños. Los que manejan el ministerio y las direcciones educativas son mediocres, pero estamos felices. Nunca tuvimos una ley educativa y unos programas tan vergonzosamente malos, ni maestros peor formados, pero estamos felices. No comprendemos que pueda existir una escuela que enseñe a pensar a nuestros hijos, que los llene de seguridad y orgullo, que los eduque para aceptar y respetar a la gente, que los forme responsables y esforzados, que les dé habilidades para que luego se ganen dignamente la vida. Como no lo conocemos, no entendemos que pueda existir.

Nunca se hicieron tantas carreteras como ahora, pero como nos cuentan cuentos de hadas sobre una ley educativa, creemos que es mejor la educación que las vías. Nunca circuló tanto dinero en el país, pero creemos que lo mejor es la educación. Solo a medida que seamos más sabios nos daremos cuenta de lo que nos falta en educación. La pena es que, con la educación que tenemos, nunca llegaremos a ser más sabios

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