El exfiscal Marcelo Soza ha encendido el ventilador en Brasil y lo hace gradualmente, como si le estuviera dando ventaja al gobierno para que analice bien las cosas y tome una decisión salomónica en relación al proceso judicial contra 39 acusados de terrorismo y separatismo. Las autoridades nacionales quieren hacen creer que hay alguien que está moviendo los hilos para que hable Soza, como si fuera una marioneta.
Ellos sabrán mucho de eso, pero en la situación del exhombre fuerte del régimen la cosa es muy distinta. Soza está haciendo los trámites para conseguir que Brasil le otorgue el asilo político y en ese sentido tiene que aportar las pruebas necesarias para respaldar su tesis de perseguido y obviamente demostrar que en Bolivia no existen garantías de un debido proceso, porque la justicia está manipulada por los niveles políticos, cuya moneda más corriente es la extorsión.
Todo lo que dice Soza es registrado por el Consejo Nacional de Refugiados (CONARE), instancia que debe decidir sobre su futuro, de lo contrario podría correr su extradición, tal como lo solicita el gobierno boliviano. Hasta el momento, Bolivia ha fracasado en todos sus intentos por repatriar a los asilados en Brasil y otros países y con seguridad no podrá echarle mano a Soza. Conviene nomás seguir meditando.
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