Muchas de las actividades previas a la cumbre G-77 + China se han concentrado en la Universidad Gabriel René Moreno y tienen a los jóvenes como blanco de los contenidos que se van a discutir durante la reunión de junio, que dicho sea de paso, coincide con el arranque del Mundial de Fútbol de Brasil.
Los universitarios suelen quejarse cuando sus profesores son demasiado teóricos y peor todavía, cuando la teoría tiene que ver muy poco con la práctica. La incoherencia es el peor daño que se le puede hacer al proceso de aprendizaje y eso es lo que ha estado ocurriendo en esos encuentros de alto contenido ideológico.
Hace unos días, una de esas reuniones sirvió para que los operadores del Gobierno se dediquen a distribuir publicaciones relacionadas con el Caso Rózsa, con el objetivo de insistir en la versión oficial y buscar la manera de seguir sembrando dudas sobre lo que a todas luces ha sido un gran montaje, una operación de terrorismo de Estado, según consta en las innumerables pruebas acumuladas en los últimos cinco años. Tratar de envenenar la conciencia de los jóvenes es un acto de mala fe inadmisible en un evento como este, que da sus primeros pasos con poco brillo y un bajo nivel de credibilidad, pues se ha tornado evidente la politización y el proselitismo.
El segundo capítulo de esta intoxicación intelectual ha tenido lugar el pasado fin de semana en una suerte de réplica juvenil de la cumbre de junio en la que los estudiantes han sido convocados a derrotar el “modelo” económico y político vigente en el mundo. “¿Para sustituirlo por cuál?”, debería preguntar algún universitario suspicaz, cuyos pares venezolanos están huyendo de los tiros y las palizas de un régimen que ha sido replicado en Bolivia y que tarde o temprano entrará en colapso, como ha sucedido en el país de Chávez y como ocurrió en todas las naciones que abrazaron el socialismo. ¿Cuba, Corea del Norte, Libia, Siria, Bielorrusia? Cuál de estos modelos, muy admirados por nuestros actuales gobernantes se propone para sustituir al libre mercado de Alemania, a la democracia de Suiza, de Suecia, de Finlandia y de otros países que deberían servirnos como ejemplos a seguir para abandonar el dogmatismo de sistemas en crisis y otros que directamente han muerto.
Cómo se puede defender un modelo que ni siquiera quiere ser aceptado por los más leales amigos del Gobierno, digamos los cooperativistas mineros, que simplemente se aprovechan del “chorro morro” político y lo usan para firmar contratos con firmas privadas, para globalizarse a través de relaciones con empresas extranjeras y sacarle el mayor provecho a la iniciativa individual en un contexto de capitalismo salvaje como el que practican los cocaleros, los gremiales y... sin ir muy lejos, los familiares de los grandes jerarcas políticos que no dejan pasar la oportunidad que les brinda esta cercanía con el poder.
Al principio mencionamos el Mundial de Brasil porque allá también se está lidiando una batalla por la coherencia, entre un evento que ha pasado a ser el más caro de la historia y un país en el que la miseria de la gente comienza a rugir con fuerza, amenazando el éxito del espectáculo deportivo.
Si los preludios de la Cumbre G-77 + China siguen como hasta ahora y los discursos se manejan como si estuviéramos en la plaza de un pueblo chico, no cabe duda que nos encaminamos hacia un show parecido al que brindó el Gobierno en aquella Cumbre de Tiquipaya, en la que lo más coherente que se pronunció fue aquella alusión a los pollos y la homosexualidad.
Los universitarios suelen quejarse cuando sus profesores son demasiado teóricos y peor todavía, cuando la teoría tiene que ver muy poco con la práctica. La incoherencia es el peor daño que se le puede hacer al proceso de aprendizaje y eso es lo que ha estado ocurriendo en esos encuentros de alto contenido ideológico.
Hace unos días, una de esas reuniones sirvió para que los operadores del Gobierno se dediquen a distribuir publicaciones relacionadas con el Caso Rózsa, con el objetivo de insistir en la versión oficial y buscar la manera de seguir sembrando dudas sobre lo que a todas luces ha sido un gran montaje, una operación de terrorismo de Estado, según consta en las innumerables pruebas acumuladas en los últimos cinco años. Tratar de envenenar la conciencia de los jóvenes es un acto de mala fe inadmisible en un evento como este, que da sus primeros pasos con poco brillo y un bajo nivel de credibilidad, pues se ha tornado evidente la politización y el proselitismo.
El segundo capítulo de esta intoxicación intelectual ha tenido lugar el pasado fin de semana en una suerte de réplica juvenil de la cumbre de junio en la que los estudiantes han sido convocados a derrotar el “modelo” económico y político vigente en el mundo. “¿Para sustituirlo por cuál?”, debería preguntar algún universitario suspicaz, cuyos pares venezolanos están huyendo de los tiros y las palizas de un régimen que ha sido replicado en Bolivia y que tarde o temprano entrará en colapso, como ha sucedido en el país de Chávez y como ocurrió en todas las naciones que abrazaron el socialismo. ¿Cuba, Corea del Norte, Libia, Siria, Bielorrusia? Cuál de estos modelos, muy admirados por nuestros actuales gobernantes se propone para sustituir al libre mercado de Alemania, a la democracia de Suiza, de Suecia, de Finlandia y de otros países que deberían servirnos como ejemplos a seguir para abandonar el dogmatismo de sistemas en crisis y otros que directamente han muerto.
Cómo se puede defender un modelo que ni siquiera quiere ser aceptado por los más leales amigos del Gobierno, digamos los cooperativistas mineros, que simplemente se aprovechan del “chorro morro” político y lo usan para firmar contratos con firmas privadas, para globalizarse a través de relaciones con empresas extranjeras y sacarle el mayor provecho a la iniciativa individual en un contexto de capitalismo salvaje como el que practican los cocaleros, los gremiales y... sin ir muy lejos, los familiares de los grandes jerarcas políticos que no dejan pasar la oportunidad que les brinda esta cercanía con el poder.
Al principio mencionamos el Mundial de Brasil porque allá también se está lidiando una batalla por la coherencia, entre un evento que ha pasado a ser el más caro de la historia y un país en el que la miseria de la gente comienza a rugir con fuerza, amenazando el éxito del espectáculo deportivo.
Si los preludios de la Cumbre G-77 + China siguen como hasta ahora y los discursos se manejan como si estuviéramos en la plaza de un pueblo chico, no cabe duda que nos encaminamos hacia un show parecido al que brindó el Gobierno en aquella Cumbre de Tiquipaya, en la que lo más coherente que se pronunció fue aquella alusión a los pollos y la homosexualidad.
Si los preludios de la cumbre G-77 + China siguen como hasta ahora y los discursos se manejan como si estuviéramos en la plaza de un pueblo chico, no cabe duda que nos encaminamos hacia un show parecido al que brindó el Gobierno en aquella Cumbre de Tiquipaya, en la que lo más coherente que se pronunció fue aquella alusión a los pollos y la homosexualidad.
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