De pronto, sin que los bolivianos entiendan de qué se trata, las autoridades del Gobierno se han puesto a hablar de amenazas bélicas.
Cuando la ciudadanía estaba mirando, con asombro e impotencia, cómo los grupos de narcotraficantes se enfrentan en las fronteras y en las ciudades, surgen alarmistas informes sobre supuestos peligros bélicos que acechan a Bolivia.
Juan Lanchipa Ponce, a cargo de la Dirección de Reivindicación Marítima, hizo el anuncio alarmante de que Chile se estaría armando con la intención de iniciar una aventura bélica contra Bolivia.
La denuncia vino a revelar que la situación de las relaciones diplomáticas en ese frente es negativa, después de haber dado lugar a expresiones de optimismo de quienes manejaron la “diplomacia de los pueblos”.
Las autoridades chilenas no prestaron atención a esta denuncia, a pesar de que el debate boliviano llevó a que algunos parlamentarios de la oposición preguntaran si no era conveniente que este tipo de temas fuera tratado solamente por el Ministerio de Relaciones Exteriores y no por una oficina secundaria.
Por otro lado, desde Paraguay se anunció que Bolivia se está armando con intenciones bélicas, a lo que las autoridades nacionales respondieron diciendo que, en realidad, es el gobierno de Asunción el que amenaza a Bolivia al autorizar la instalación de una base militar de Estados Unidos muy cerca de la frontera común.
Y el gobernador de La Paz, César Cocarico, denunció que unos policías peruanos ingresaron a la zona de Suches del departamento de La Paz para llevarse equipo minero que estaba en poder de cooperativistas bolivianos.
Las autoridades de Perú respondieron diciendo que el operativo había sido dirigido a recuperar unos equipos de propiedad de una empresa peruana que fueron secuestrados por cooperativistas bolivianos.
Esta denuncia fue definida por el portal informativo eju.tv como una cortina de humo que estaría levantando el Gobierno nacional para distraer la atención de la grave situación que vive el país por la presencia de narcotraficantes en todo el territorio.
Por lo tanto, en el lapso de pocas horas, el país se encontró con sus relaciones deterioradas con tres de sus cinco vecinos.
Lo curioso de esto es que dos de esos vecinos son países que en junio pasado suscribieron la creación de la Alianza del Pacífico, que reúne a gobiernos de tendencia muy distinta de la que sustentan los países del ALBA.
El tercer país con el que las relaciones están ahora sujetas a estos nervios bélicos es Paraguay, donde ahora existe un gobierno con inclinaciones y simpatías opuestas al grupo del ALBA.
Sería un gran error del Gobierno nacional llevar más allá estos temas, empujado solo por sus inclinaciones geopolíticas, sus simpatías y sus antipatías circunstanciales.
Quienes manejan la política exterior boliviana tendrían que pensar que el país no necesita enemigos, sino mercados donde colocar sus productos.
Quienes manejan la política exterior boliviana tendrían que pensar que el país no necesita enemigos, sino mercados donde colocar sus productos.
Embarcar al país en aventuras bélicas sólo porque el líder nacional tiene simpatías y antipatías circunstanciales, sería un gran error.
El país podrá corregir algunos errores que se cometen ahora en la política y en la economía internas, pero le costaría mucho salir de situaciones bélicas con países vecinos. Un poco de racionalidad está haciendo mucha falta también para temas de política exterior.
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