Tengo la impresión de que nos estamos volviendo todos locos. Ya hasta dudamos de quiénes somos. La proximidad de un censo nacional nos está causando mucha ansiedad. Es como cuando hay que rendir un examen de esos de múltiples opciones, sabiendo de antemano que las preguntas serán capciosas y que buscan más saber cuán torpes somos, que cuán capaces somos de discernir. Los que no nos identificamos con una de las múltiples naciones además de Bolivia sabemos que somos mezcladitos como todos en el mundo. Porque puros no hay, como mi perro de raza preferido que es un labradoodle, bella mezcla de labrador con poodle.
Esta sensación nos está causando un complejo que nunca antes imaginamos que podríamos llegar a tener. O sea, más o menos como está funcionando la justicia. Primero te apresan y una vez dentro, acomodan el delito, al gusto de los jefes de los fiscales quienes seguro, mefistofélicamente ríen de sólo recordar la cara del incauto entre rejas sin tener la más leve sospecha de qué hace detrás de ellas.
En los países normales, se presume inocencia hasta que se pueda demostrar lo contrario. Pero claro, acá no somos normales y vaya usted desde una celda de dos por dos compartida por cuatro, a hacer lo posible para que no se olviden lo tengan ahí por años. Es nomás como una película de ésas de antes, de cuando existía la cortina de hierro y a los disidentes o desobedientes -que en estos casos da exactamente lo mismo-, los internaban en un manicomio. Tensión y suspenso, seguido de terror para saber si se llegará a demostrar que los locos son los otros. Cada vez que parecía que saldrías de allí, llegaba el monstruo y te inyectaba en las venas, lo que hoy puede significar que se suspende una vez más tu audiencia. Indefectiblemente llegaba el momento en que el cuerdo dudaba de su cordura y empezaba a reír y llorar al mismo tiempo, se sacaba los cabellos uno a uno, día a día, para llevar la cuenta de las noches, logrando efectivamente que la razón los abandonara. Este tratamiento claro, era un privilegio reservado sobre todo a los que no se callaban o pensaban diferente. Más bien que hasta las cortinas de hierro se caen. A estas horas, la aclamada revalorización cultural de Gualberto Cusi, quien declaró que la hoja sagrada es su oráculo a quien consultar en temas constitucionales, ha dejado de ser la imagen de lo indígena y plurinacional que el gobierno dice abanderar.
Claro, Cusi ha develado las gestiones de los oficialistas para lograr un fallo favorable en relación a la inconstitucionalidad de la consulta a los pueblos originarios de las tierras bajas. Vaya ocurrencia. Él ignoraba que la cosa nostra es cosa seria. Era pues terminar de empujar al barranco los recursos presentados por la nueva elite aborrecida: los TIPNIS. La cabeza de Cusi está bamboleándose y la hoja sagrada retoma su lugar en la cadena productiva, él irá a la calle y los restantes tribunos se mantendrán en el molde.
Por momentos nos hacen creer que somos suizos. Miramos la expresión narcisista que viene aparejada con el decreto de designación que acompaña a algunos ministros desde el día de su juramento hasta el día de su remplazo. Es en ese momento en el que, oyendo de la bonanza económica y los increíbles resultados del cambio, nos relajamos ante el televisor plasma que ya tenemos (quién sabe lo único que palpablemente cambiamos en siete años y que lo pagamos a plazos sin el Bolivia cambia, Evo cumple).
En ensoñación, nos masticamos con parsimonia los éxitos que seguro sólo nosotros no vemos pero que bien disimulamos pues no es cuestión de desentonar en esta nueva Bolivia de las maravillas.
Hasta que se te ocurre googlear por curiosidad el ultimo informe de UNICEF sobre el estado de la infancia en la otra Bolivia y ahí se derrumba la veleidad europea. O hasta que el ministro es remplazado y se lo vuelve a ver a pie, sin su Prado por el Prado, deambulando con ojos de San Bernardo. Aunque conservando las occidentales e imperialistas pilchas de casimir casinglés. Entonces como si nuestra vida fuese un guión de Hitchcok, se acelera el pulso, la transpiración te corre por la frente y las mentiras se te presentan evidentes como enormes grafitis en la pared del frente propinándole un sonoro sopapo a la frivolidad de que hemos avanzado.
En las redes sociales a diario llegan fotos de adolescentes extraviados, a los que si la diosa fortuna favorece, los encuentran tres días después en total estado de intoxicación alcohólica. A los trece años. Mientras los efectivos policiales y militares, están muy ocupados "haciendo brillar" sus botas para el convocado homenaje a rendir a oscuros e ignotos personajes recién descubiertos. Los menores más desafortunados desaparecen sin dejar rastro ni proveer consuelo. La dicotomía entre las Bolivias en las que vivimos, la que está alcanzando increíbles niveles de progreso, túneles en la mitad de la selva, aeropuertos internacionales por doquier e ingentes cantidades de dólares en el banco central, contrasta con la paupérrima situación de los hospitales, la inseguridad que lacera, los niños que trabajan, la droga impregnándose en nuestra piel y un sentimiento generalizado de indefensión ante el poder.
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