El país quedó perplejo y pasados los gobiernos de Mesa y Rodríguez Veltzé, el MAS arrolló en la elecciones generales del 2005. La figura de S.E. resultó hipnótica para el electorado, y la gente, con su voto, también le entregó su voluntad sin pedir ninguna garantía. Se dijo que todo lo anterior al 2005 no había servido para nada, que la democracia anterior y sus dirigentes eran corruptos y criminales. Quienes unos años antes habían militado activamente en los partidos tradicionales, los de la llamada “democracia pactada”, los de las mega-coaliciones, se acobardaron, callaron, y terminaron doblando la cerviz.
De pronto S.E. se encontró con que llegar a la presidencia no había sido cosa de superhombres, que no era nada del otro mundo. Él lo había podido hacer y sin sobresaltos. Observó que, además, el poder no estaba reservado para blancos o mestizos letrados, sino para indios y cholos también. Vio que los militares estaban más perplejos y acomplejados que los civiles, y tuvo la virtud de darse cuenta de que castigando y amenazando tenía ganada la batalla. Sin perder tiempo, empezó a utilizar el aparato judicial para someter a sus adversarios. Aunque de una inmoralidad sin nombre, procesar a los contrarios y encerrarlos en una cárcel era aparentemente más humano que las palizas, torturas y fusilamientos que habían cometido gobiernos civiles y militares durante la segunda mitad del siglo pasado. ¿Corazonadas de S.E.? ¿Intuiciones notables? ¿O planificación precisa de varias cabezas expertas?
Todos saben que las acusaciones de separatismo y terrorismo montadas en Santa Cruz fueron fraguadas. Lo único cierto es que asesinaron a tres mercenarios extranjeros. Sin embargo, los cruceños quedaron perplejos ante la maniobra y cuando hubo alguna reacción Santa Cruz estaba con parte de su dirigencia más combativa descabezada. Lo mismo sucedió en Pando. Igualmente antes, cuando se nacionalizaron los hidrocarburos. Y ni qué decir de cuando redactada a las patadas una Constitución que ni S.E. respeta, se suprimió la República. O cuando, de improviso, se afirmó que existían algunas dudas constitucionales sobre la reelección presidencial y luego se anunció que S.E. estaba habilitado para un tercer período por interpretación del Tribunal Constitucional. Como si no se supiera que los magistrados en Bolivia fueron elegidos por un voto engañoso, después de haber sido previamente seleccionados por el MAS.
El país quedó perplejo cuando supo que S.E. había expulsado al embajador americano. Cuando hizo comprar un avión para su uso en 38 millones de dólares sin licitación. Cuando dispuso cupos a las exportaciones agrícolas. Cuando se ordenó un tunda de palos a los indígenas del oriente. Cuando S.E. exigió que se cambie la sede de NN.UU. Perplejo quedó el pueblo cuando reconoció haber fallado al designar al Defensor del Pueblo. Cuando oyó de S.E. que los ministros y empleados públicos trabajarían en su campaña electoral.
Lo grave es que si la perplejidad se vuelve crónica en una sociedad quiere decir que la estupidez ha atravesado su umbral.
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