D ebido a la devaluación del peso argentino dispuesta por el Gobierno de la señora Cristina Fernández de Kirchner ha vuelto a alterarse la inclinación de la balanza comercial entre los dos países, como ocurre cuando llegan las cíclicas crisis de ese país vecino. Las tres ciudades fronterizas –Yacuiba, Bermejo y Villazón– se han llenado de comerciantes que importan todo tipo de mercaderías, mientras el flujo de salida está reducido a muy pocos productos, sobre todo por las restricciones que ha puesto Argentina al ingreso de la fruta boliviana.
Las exportaciones legales consisten en este momento en gas natural, mientras las ilegales consisten en coca y la rexportación de ropa usada. A eso se añade la negativa argentina a construir el ramal del gasoducto NOA (Nor-Oeste Argentino), que debería permitir el aumento de las exportaciones bolivianas de gas natural para que pasen del actual nivel de 17 millones m3/d a 27,7 millones, como dispone el contrato. La negativa a construir ese tramo del ducto se debe a que Argentina duda de la capacidad boliviana de producir todo el gas que ha ofrecido, sobre todo porque no hay seguridades sobre las reservas.
Pero ni siquiera esa es la amenaza mayor que llega de Argentina. Hace diez años, en la anterior crisis argentina, muchos bolivianos optaron por aprovechar el derrumbe de los precios de los inmuebles en ese país y se fueron allá con dólares.
La demanda de dólares ha comenzado, a juzgar por el anuncio hecho por el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, de que el Banco Central de Bolivia (BCB) podría, en el curso de este año, modificar la paridad de la moneda nacional con el dólar, devaluando o revaluando, hasta en diez puntos.
Si fuera coherente con las prédicas de la propaganda oficial, el Gobierno debería ordenar al BCB que revalúe la moneda nacional, incluso para alentar a la tan bullada ‘bolivianización’ del sistema financiero. Pero la situación es difícil y lo más probable es que se ordene la devaluación de la moneda. Sería una medida oportuna para la economía del país, aunque quizá perjudicial para la imagen del Gobierno en plena campaña electoral.
Es probable que la cotización del dólar en el mercado negro, vinculado con el lavado de divisas, haya subido algunos puntos con esta demanda estacionaria. Y que se sienta ya la presión de la demanda en el Banco Central. Si no se toman las medidas correctas, esta crisis podría tener secuelas peligrosas
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