Las consecuencias trágicas de esta temporada de lluvias son, además de lamentables, motivo de meditación para todos los bolivianos, desde el primero hasta el último de ellos. Medio centenar de muertos es algo que ha impresionado incluso en el extranjero, como lo muestran las cadenas internacionales de TV que informan sobre el drama boliviano.
Quizá les parezca extraño a los extranjeros que en Bolivia, incluso en esta situación tan dramática, siga la campaña electoral como si no hubiera ocurrido nada. Cuando el vicepresidente Álvaro García Linera estaba entregando ayuda en Caranavi, el presidente Evo Morales estaba bailando en Chuquisaca con militantes de su partido. Es probable que no corresponda pedir que el país se declare en duelo, pero quizá sea prudente que cesen las demostraciones de algarabía tanto de unos como de otros. Es preciso, sin embargo, que el país entero medite sobre las causas de esta crisis, pero en serio, con criterio responsable. Aguas arriba, todos lo sabemos, los salvajes chaqueos de invierno son una de las causas por las que las aguas llegan cada vez con más fuerza hacia los llanos. Si no resolvemos esa deforestación, los bolivianos tenemos que estar preparados para que cada año las inundaciones y los desastres en las tierras bajas sean peores.
Respecto de lo que pasa aguas abajo, la señora Teresa Flores, dirigente de las víctimas de las dictaduras, acaba de asegurar en radio Fides que las represas que Brasil ha levantado en la frontera están impidiendo que el agua fluya hacia el Amazonas. Esta es una denuncia muy grave, sobre todo porque pone al desnudo una inexplicable actitud de silencio de nuestras autoridades sobre las consecuencias de las represas brasileñas para Bolivia. El río Madera está en la frontera de los dos países. Las represas, tres en total, han sido diseñadas para que, en época seca, inunden una pequeña parte de territorio boliviano. Es probable que, según dice esta denuncia, ahora que no es época seca, las aguas hayan sido retenidas por las represas brasileñas y esa sea una de las causas de los desastres que aquejan a Beni.
El Gobierno tiene la obligación de tomar en cuenta esta denuncia. Y, si corresponde, pedir explicaciones al Gobierno de Brasil. Además, sería correcto que las autoridades nacionales dejen de tratar a Beni con desdén. Cualquier desencuentro político que pudiera haber no debe ser óbice para que a este departamento se le brinde la asistencia humanitaria que necesita.
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero
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