Lo que ocurre hoy en Venezuela es muy parecido a lo que pasaba en Alemania en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Cuando Hitler tenía a los ejércitos aliados desembarcando en Normandía y a los rusos ingresando a Berlín por el este, lo que hacía inminente una aplastante derrota, el tirano se enfrascó en la peor cacería de disidentes en el interior de su gobierno y las fuerzas armadas alemanas, en busca de quienes presionaban para que se rinda y así evitar la matanza y la destrucción que se produjo por la tozudez de persistir en los delirios imperiales.
Miles de personas fueron ejecutadas en represalia por el atentado que perpetró un grupo de conspiradores desesperados por terminar con la irracionalidad. La mayoría de los grandes jerarcas del poderoso ejército, incluido su mejor hombre el mariscal Rommel, fueron eliminados cuando más se los necesitaba para frenar la ofensiva aliada, dispuesta a aniquilar a los alemanes.
Pese a que Hitler tenía a los tanques y cañones retumbando en las afueras de la capital, hasta último momento insistió en controlar a la prensa, perseguir a los opositores y enloquecer con las supuestas conspiraciones que había en su contra. La guerra quedó en un segundo plano, las prioridades fueron olvidadas y lo que es peor, el partido nazi jamás detuvo sus faraónicos proyectos de construcción de armas y fortificaciones, elefantes blancos que no hicieron más que alimentarlos apetitos de un empresariado oficialista que hizo mucho dinero con las maquinaciones enfermizas de Hitler.
A Nicolás Maduro le pasa algo muy parecido, pero además de ser un sujeto delirante que supuestamente habla con las aves y que ve a Chávez en todos lados, su capacidad para enfrentar los problemas del país es casi nula y podría llevar a Venezuela a la hecatombe en el corto plazo.
En enero, cuando asesinaron a la actriz venezolana Mónica Spear en Caracas, dio la impresión de que el gobierno venezolano había sido golpeado por la realidad y que reaccionaría con atisbos de reflexión. Por primera vez se dieron algunas señales de diálogo con la oposición y se reconoció públicamente un problema que había sido minimizado durante más de una década por el chavismo. También hubo gestos de cordura frente a la crisis económica, se habló de hacer un reajuste en los precios de los carburantes y de apelar a la austeridad.
Lamentablemente ese arranque de sensatez duró muy poco, tal vez el tiempo que dura el noticiero que hizo los anuncios, pues el régimen de Maduro nunca abandonó las andadas; no hace lo suficiente para frenar la escasez, la inflación se dispara, insiste en pelear con los sectores productos y encima, inicia la arremetida más fuerte en contra de la libertad de expresión, cerrando algunos medios y llevando a la muerte por falta de papel de los diarios impresos.
Y cuando la desesperación de la gente se transforma en rabia, en manifestaciones, en cacerolazos y movilización popular, el Gobierno responde con una feroz cacería de opositores, manda a encarcelar a los críticos y ajustarle las clavijas a los pocos medios de comunicación independientes que quedan en el país. Es obvio que Maduro ha perdido el sentido de la realidad y mucho peor, cuando desde Bolivia por ejemplo, se empeñan en ver las mismas fantasías conspiratorias.
Miles de personas fueron ejecutadas en represalia por el atentado que perpetró un grupo de conspiradores desesperados por terminar con la irracionalidad. La mayoría de los grandes jerarcas del poderoso ejército, incluido su mejor hombre el mariscal Rommel, fueron eliminados cuando más se los necesitaba para frenar la ofensiva aliada, dispuesta a aniquilar a los alemanes.
Pese a que Hitler tenía a los tanques y cañones retumbando en las afueras de la capital, hasta último momento insistió en controlar a la prensa, perseguir a los opositores y enloquecer con las supuestas conspiraciones que había en su contra. La guerra quedó en un segundo plano, las prioridades fueron olvidadas y lo que es peor, el partido nazi jamás detuvo sus faraónicos proyectos de construcción de armas y fortificaciones, elefantes blancos que no hicieron más que alimentarlos apetitos de un empresariado oficialista que hizo mucho dinero con las maquinaciones enfermizas de Hitler.
A Nicolás Maduro le pasa algo muy parecido, pero además de ser un sujeto delirante que supuestamente habla con las aves y que ve a Chávez en todos lados, su capacidad para enfrentar los problemas del país es casi nula y podría llevar a Venezuela a la hecatombe en el corto plazo.
En enero, cuando asesinaron a la actriz venezolana Mónica Spear en Caracas, dio la impresión de que el gobierno venezolano había sido golpeado por la realidad y que reaccionaría con atisbos de reflexión. Por primera vez se dieron algunas señales de diálogo con la oposición y se reconoció públicamente un problema que había sido minimizado durante más de una década por el chavismo. También hubo gestos de cordura frente a la crisis económica, se habló de hacer un reajuste en los precios de los carburantes y de apelar a la austeridad.
Lamentablemente ese arranque de sensatez duró muy poco, tal vez el tiempo que dura el noticiero que hizo los anuncios, pues el régimen de Maduro nunca abandonó las andadas; no hace lo suficiente para frenar la escasez, la inflación se dispara, insiste en pelear con los sectores productos y encima, inicia la arremetida más fuerte en contra de la libertad de expresión, cerrando algunos medios y llevando a la muerte por falta de papel de los diarios impresos.
Y cuando la desesperación de la gente se transforma en rabia, en manifestaciones, en cacerolazos y movilización popular, el Gobierno responde con una feroz cacería de opositores, manda a encarcelar a los críticos y ajustarle las clavijas a los pocos medios de comunicación independientes que quedan en el país. Es obvio que Maduro ha perdido el sentido de la realidad y mucho peor, cuando desde Bolivia por ejemplo, se empeñan en ver las mismas fantasías conspiratorias.
Además de ser un sujeto delirante que supuestamente habla con las aves y que ve a Chávez en todos lados, Nicolás Maduro tiene nula capacidad para enfrentar los problemas del país y podría llevar a Venezuela a la hecatombe en el corto plazo.
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