EL FONDO DE LAS COSAS
Más de cuatro mil personas dieron su dolido testimonio por el último crimen
que ha conmocionado a todo el país. En
la asistencia al atrio de la Catedral de
Santa Cruz, no pasó desapercibido, que fueron pocos los hombres que estuvieron
presentes. Los crímenes contra las mujeres -en apariencia- aflige casi exclusivamente a las mujeres.
Hay varones que con su sola presencia, hubieran mandado un mensaje muy
claro a los de su género. El ser hombres no los exime de la responsabilidad que
como parte de esta sociedad les corresponde. Los mediáticos, famosos y
admirados representantes de la mitad de la población boliviana, con su ausencia,
han ahondado cierta imagen de que están
más allá del bien y del mal. Y no se
trata de candidatos en campaña. Hay
muchas descollantes figuras cuyo concurso es fundamental para crear conciencia.
Las familias enteras debieron estar allí. Las madres debieron ir
acompañadas de sus hijos varones. Porque es hora de que, independientemente de
la necesidad de endurecer las penas, se vaya a la causa primigenia de la brutal
agresión constante hacia las mujeres: el machismo exacerbado. Ya está de buen tamaño continuar ocultando el
sol con un dedo. La supremacía masculina es inculcada desde el nacimiento y la
familia tiene todo que ver. Y es exactamente por ahí, por donde se debe empezar
a encontrar respuestas.
A los hombres se les da licencias y libertades a veces irrestrictas, mientras
que las mujeres, deben permanecer controladas. A la mujer se la limita por razón de género. Y
culturalmente, se espera de ella sumisión. Estas actitudes casi naturales en
los hogares, encierran mensajes que van formando la percepción de un mundo, en el
que se establece que por un lado hay demasiada flexibilidad a ciertas actitudes
privativas del género masculino; pero por otro lado, frecuentemente son los
varones los más castigados físicamente lo que convierte su pensamiento y su acción, en una dicotomía
de impredecibles consecuencias.
No se trata de feminismo. Se trata de límites al poderío masculino a quien
se enseña a avasallar en función de su sexo. Los hombres no deberían estar
inhibidos de manifestar abierta y públicamente su repudio a actos de violencia,
violaciones y homicidios de mujeres que
con seguridad, así lo sienten. Pero usualmente responden el arquetipo de duros
e imperturbables, a quienes las lágrimas de dolor o frustración, les está
negado de modo público desde la niñez. Hubiera sido contundente ver a padres de
la mano de sus hijas y esposas, tan
conmovidos como indignados.
Cuando se interviene por la agresión callejera de un hombre contra una
mujer, es usual que sea ella quien justifique la agresión de la que está siendo
objeto, en atávico mantenimiento de los roles asignados. Esto es lo que se tiene
que cambiar. La castración química, los campos de concentración como aventuró
alguno, la pena de muerte (en un país donde la justicia es siniestra), son
ideas que giran alrededor de supuestas soluciones, pero alejadas de una verdadera
toma de conciencia. El meollo del insostenible estado de las cosas como están, pasa
absolutamente por la formación del conjunto del núcleo familiar.
Hay quienes veladamente pretenden culpabilizar a la mujer cuando se afirma
que no deben vestir ni adoptar actitudes
provocativas, o como acaba de manifestar sin rubor, -en el sumun de la
ignorancia- el candidato a primer senador del MAS por Cochabamba, en sentido de
que las mujeres "tienen que portarse bien", lo que equivale a decir,
que la que ose "portarse mal" recibirá lo que se merece. Este
pensamiento coloca al género masculino, como un ser humano cuyo cerebro ha
permanecido en estado reptiliano donde se originan los impulsos básicos.
Considerando el impacto que su sitial genera, una recomendación a los
asesores de Evo Morales: tiene que abstenerse de dejar que su vena humorística sea
a costa del género femenino. No perdamos
la perspectiva, que nadie está libre de ser golpeado con una tragedia de las
dimensiones experimentadas por múltiples familias en estos últimos tiempos. Si
bien Eva Liz, la hija de SE, goza en estos momentos de seguridad de gran magnitud, es menester no
olvidar, que es una joven mujer, que en un próximo futuro -como todas las demás- deberá desenvolverse
en el mismo peligroso y agobiante medio.
Se está exigiendo la recuperación de
los valores y de la espiritualidad para arrancar de las garras de la perversión
las presas elegidas. Esto es imperativo. Muchos hemos sido criados bajo las creencias
judeo-cristianas y principios greco-romanos. Ello nos lleva al convencimiento,
que es necesario creer para poder comprender la dimensión del respeto por el
alma y la vida de la persona. Es
indudable que éstos son tiempos de absoluta desorientación moral.
Es cierto que creer en Dios, no garantiza
un comportamiento honroso. Pero sería bueno reflexionar sobre el pensamiento de
Chesterton "Cuando la gente deja de creer en Dios, no es que crean en
nada, es que creen cualquier cosa"
Karen Arauz
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