Justo el día en que se publica una encuesta que muestra que la popularidad de Evo Morales supuestamente está “galvanizada” frente a los escándalos, la corrupción y los errores de gestión, su candidata en el Beni, Jessica Jordan, por quien se jugó de manera muy abierta y por segunda ocasión, sufrió una contundente derrota frente al candidato opositor, Carmelo Lens, apoyado por una coalición partidaria, cuyos rostros más visibles son el exgobernador beniano, Ernesto Suárez y el empresario Samuel Doria Medina.
La primera conclusión que deja este resultado es que el único candidato que funciona en el MAS sigue siendo Evo Morales, cuya talla no deja crecer liderazgos regionales ni nacionales. Esto no le deja dudas al oficialismo de que el único líder que le puede asegurar continuidad el 2014 es el dirigente cocalero, cuya postulación sería violatoria de la Constitución Política del Estado. De cualquier forma, ya sea en los próximos comicios o en los del 2019, parece muy difícil que el partido gobernante pueda pasar la prueba del fuego de la renovación generacional, proceso que ningún partido, salvo el MNR, ha podido superar con cierta holgura en Bolivia.
El segundo punto de análisis es que el MAS se ha vuelto muy vulnerable en las urnas. La derrota del Beni es la tercera de gran importancia que se produce en dos años, luego del triunfo de los votos nulos y blancos en las elecciones judiciales y el retorno de la oposición al Municipio de Sucre. Hizo bien el oficialismo en frenar la ola de golpes, sobre todo la que tenía planeada en la gobernación de Santa Cruz, porque en casi todos los lugares donde hizo valer la destitución por la vía de la Ley Marco de Autonomías, la oposición salió fortalecida.
Precisamente, el golpismo, los abusos y la prepotencia, herramientas con las que el MAS ha logrado el avance político que no consiguió en las urnas, ha sido castigado de manera muy inequívoca por una población que se ha manifestado por el pluralismo y por el respeto a la voluntad soberana expresada en el sufragio universal. Ni siquiera el vendaval prebendalista ejecutado por el Gobierno durante los últimos tres años en el Beni, con Jessica Jordan como una suerte de gobernadora paralela, ha conseguido cambiar la voluntad de la gente. Esa es una pésima noticia para el régimen pues puede significar el agotamiento de la fórmula que le ha permitido la continuidad. El ciudadano recibe los regalitos que reparten los agentes políticos, pero luego ejerce su derecho a elegir como mejor le parece.
La última de las conclusiones tiene que ver con el fracaso del MAS en la “conquista” del oriente boliviano, una piedra en el zapato que no ha podido sacarse en siete años. Lo ha intentado todo, desde el ataque artero, hasta la seducción por la vía del populismo; sin embargo, la ciudadanía de las tierras bajas sigue sacando en limpio la idea de que el régimen busca la división del país, una realidad que se ha agudizado en los últimos tiempos. No cabe duda que en este factor han jugado un papel decisivo los acontecimientos relacionados con el Tipnis.
Para la oposición queda claro que la única manera de buscar opciones es a través de la unidad, aunque es obvio que este triunfo no le pertenece del todo a la clase política, que últimamente ha estado transitando por los oscuros senderos del pactismo y la genuflexión. Esta ha sido una genuina victoria de la gente, que otra vez ha expresado su insobornable vocación por la democracia.
La primera conclusión que deja este resultado es que el único candidato que funciona en el MAS sigue siendo Evo Morales, cuya talla no deja crecer liderazgos regionales ni nacionales. Esto no le deja dudas al oficialismo de que el único líder que le puede asegurar continuidad el 2014 es el dirigente cocalero, cuya postulación sería violatoria de la Constitución Política del Estado. De cualquier forma, ya sea en los próximos comicios o en los del 2019, parece muy difícil que el partido gobernante pueda pasar la prueba del fuego de la renovación generacional, proceso que ningún partido, salvo el MNR, ha podido superar con cierta holgura en Bolivia.
El segundo punto de análisis es que el MAS se ha vuelto muy vulnerable en las urnas. La derrota del Beni es la tercera de gran importancia que se produce en dos años, luego del triunfo de los votos nulos y blancos en las elecciones judiciales y el retorno de la oposición al Municipio de Sucre. Hizo bien el oficialismo en frenar la ola de golpes, sobre todo la que tenía planeada en la gobernación de Santa Cruz, porque en casi todos los lugares donde hizo valer la destitución por la vía de la Ley Marco de Autonomías, la oposición salió fortalecida.
Precisamente, el golpismo, los abusos y la prepotencia, herramientas con las que el MAS ha logrado el avance político que no consiguió en las urnas, ha sido castigado de manera muy inequívoca por una población que se ha manifestado por el pluralismo y por el respeto a la voluntad soberana expresada en el sufragio universal. Ni siquiera el vendaval prebendalista ejecutado por el Gobierno durante los últimos tres años en el Beni, con Jessica Jordan como una suerte de gobernadora paralela, ha conseguido cambiar la voluntad de la gente. Esa es una pésima noticia para el régimen pues puede significar el agotamiento de la fórmula que le ha permitido la continuidad. El ciudadano recibe los regalitos que reparten los agentes políticos, pero luego ejerce su derecho a elegir como mejor le parece.
La última de las conclusiones tiene que ver con el fracaso del MAS en la “conquista” del oriente boliviano, una piedra en el zapato que no ha podido sacarse en siete años. Lo ha intentado todo, desde el ataque artero, hasta la seducción por la vía del populismo; sin embargo, la ciudadanía de las tierras bajas sigue sacando en limpio la idea de que el régimen busca la división del país, una realidad que se ha agudizado en los últimos tiempos. No cabe duda que en este factor han jugado un papel decisivo los acontecimientos relacionados con el Tipnis.
Para la oposición queda claro que la única manera de buscar opciones es a través de la unidad, aunque es obvio que este triunfo no le pertenece del todo a la clase política, que últimamente ha estado transitando por los oscuros senderos del pactismo y la genuflexión. Esta ha sido una genuina victoria de la gente, que otra vez ha expresado su insobornable vocación por la democracia.
El golpismo, los abusos y la prepotencia, herramientas con las que el MAS ha logrado el avance político que no consiguió en las urnas, ha sido castigado de manera muy inequívoca por una población que se ha manifestado por el pluralismo y el respeto a la voluntad soberana expresada en el sufragio.
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