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domingo, 26 de enero de 2014

Susana Seleme fiel a su línea de oposición, inconforme y razonable se refiere al discurso de cinco horas de Evo Morales y apela "a la voluntad política del optimismo...

Será siempre necesario para enfrentar al “pesimismo de la inteligencia” escribió Antonio Gramsci en sus “Cuadernos desde la cárcel”. Ese pensamiento crítico, es más político que el discurso de casi cinco horas que el jefe del régimen, Evo Morales, propinó a la sociedad boliviana en el IV aniversario de su Estado Plurinacional.

Mal leído, aburrido y falsario, ninguna frase más propicia que la de Gramsci para descalificar el mamotreto que fue difundido obligatoriamente en todos los medios de comunicación. Habló del pasado para desprestigiar a líderes políticos anteriores a el y a los partidos de oposición. Para ganar votos, desplegó populismo cuando prometió regalar plata a los futuros bachilleres y electores. Su crítica al fracaso de las empresas estatales resultó oportunista, tanto como el anuncio de reactivar el proyecto Rositas. En suma, en ocho años ha acostumbrado a gran parte de la sociedad boliviana a la sequía ideológica, a la ausencia de compromisos éticos, políticos y humanos, a la negación de la diversidad y al clientelismo que despilfarra dineros de todos los bolivianos sin rendir cuentas.

Se trata un virus instalado hace años por errores propios de los partidos políticos y por la irrupción, no menos viral, de la antipolítica y a la desaparición ideológica de la escena política. Lo que importa es instalar un orden político antidialéctico e inmutable; de imponer un control férreo que sustituya el debate político por el pensamiento único, la pluralidad de partidos por el partido único, y la información y la comunicación por la propaganda oficial. Eliminada la ideología como elemento de diferenciación entre los partidos políticos, una de sus consecuencias es el rechazo a los mismos, opción antidemocrática que practican con ahínco el ‘jefazo’, el Vice y los demás. 

La antipolítica de Morales bloquea la crítica y el debate político, rechaza cualquier iniciativa de la oposición, obstaculiza la práctica ajena al centralismo autoritario sin desdeñar la violencia, como las ‘guillotinas judiciales’, persecución y exilio a opositores, y a disidentes en sus propias filas. Son las llamadas “vetocracias”: vetan el pensamiento diferente (F. Fukuyama, M.Naim). Su discurso en el IV aniversario de la impostura plurinacional, fue una palmaria demostración de antipolítica y vetocracia. Oírlo produjo un pesimismo que aturde la inteligencia. Frente a ello, queda el optimismo de la voluntad política, sabiendo que más temprano que tarde Morales y compañía se irán de Bolivia. En política no existe lo inmutable.

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