Se trata, ya que el día es demasiado corto en sus veinticuatro horas, de robarle tiempo al tiempo. La única manera es no dormir, reducir las aconsejadas siete u ocho horas de sueño a la mitad. Ni así, supuestamente ganándole años acumulativos a esta carrera de fin predicho, se alcanza a hacer lo que uno desea, leer las pilas de libros amontonados en el piso, ver todos los filmes, acercarse a los noticieros, además de los consabidos, llamemos triviales, y felices asuntos de familia, trabajo, amistad y etcéteras. No es que el tiempo sea oro, pero no hay que perderlo.
Tratando uno de hacer lo mejor que puede al respecto, y de interrelacionarse y conversar con el mundo en esta maravillosa era cibernética, se encuentra a veces con monumentos al absurdo como el de García Linera anunciando en amenaza que se dedica a coleccionar nombres y apellidos de los que insultan en las redes sociales al “presidente Evo”, peligrosa similitud a la idolatría hacia el “presidente Gonzalo”, el mono aquel que permanece enjaulado en el Perú por sus sueños asesinos de gloria y santidad. Lindo trabajo el de este endiosado por “inteligente” individuo, que no lo es, de disponer del espacio para pasarse como fámula de mala telenovela indagando sobre los chismes que corren en las redes sobre él y el otro. ¿Para eso le pagamos? Porque no deben olvidar, ni ellos ni cualquiera, que son servidores públicos y que su salario sale del trabajo de la población, de los que pagan impuestos (curiosamente sus acólitos cocaleros, chuteros y cooperativistas no lo hacen).
Dudo que se dedique a tales actividades subrepticias con énfasis. En el universo de los capitalistas salvajes el tiempo sí es oro porque se convierte en dinero, y si algo tiene de característico el gobierno plurinacional es haber delineado una política de enriquecimiento de tipo empresarial-personal sin parangón en nuestra historia. Dudo, repito, que los ricos estén perdiendo la posibilidad de acrecentar su capital en minucias como exabruptos desesperados de los que ya no saben, porque Chávez no pasa información, qué hacer para librarse del cáncer.
¿A qué viene lo del paternalismo? A que discurseando Linera y mostrando su celular (me pregunto si no es una campaña publicitaria de Nokia o de alguna telefonía rival) a la plebe embravecida, chusma no por ser de “los de abajo”-término discutible hablando de cocaleros- sino por saquear el país, continúa la imagen populista del amo que tira huesos a los perros, que les indica con actitudes de ese tipo que vela por ellos, piensa por ellos, decide por ellos, que no se preocupen porque el Gran Hermano vive alerta para protegerlos de virus y bacterias que se presentan hoy como caricaturas, insultos, mofas a quien les da de comer, y posibilidades de momento infinitas de hacer lo que les venga en gana. Cualquier palabra demás, o dibujo sarcástico que por lo general muestra de manera jocosa lo trágico de la realidad, debe ser condenado. De ahí lo de nombres y apellidos, que a quienes firmamos con nombre y apellido nos importa un carajo.
El proyecto es el Moralato, como hubo un Porfiriato. Ambos, Evo Morales y Porfirio Díaz se reclamaron indígenas e hicieron lo posible por blanquearse más que Michael Jackson. Lástima que uno no puede cambiarse la piel sino solo disfrazarla. Blanquear es un término extensivo que incluye trasladarse en autos BMW y no a pie y con abarcas como correspondería a un hijo del pueblo que vilipendia sin misericordia al capitalismo y sus expresiones. Que en lugar de volar, como quería y consiguió, igual a un ejecutivo del Manchester United, debía lanzarse desde El Alto con alas fabricadas en pluma de cóndor y planear hasta el destino de sus magníficos viajes, según cánones mitológicos. Cómo no se ha de insultar a alguien así, que dice ser justamente lo que no es, y que ataca con embuste lo que venera (no lo que desdeña): poder, oro, eternidad, dispendio, omnipotencia, impunidad.
Los caporales inventan carnavales para la turba que los sostiene. A veces basta con mostrarles un celular y decir que adentro se guardan tales y tales cosas. Eso lo hace un iPod, pero al populacho se le oferta como magia. Patrones, siempre patrones.
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